Las muertes de la violencia machista no cesan. Cincuenta y una mujeres fallecidas este año a la fecha de escribir el artículo.
Víctimas conocidas de esta violencia de género son las mujeres que han perdido la vida, si bien debemos considerar también como víctimas a las afectadas física y psíquicamente por un maltrato cotidiano no cuantificado en las estadísticas oficiales.
El fenómeno de la violencia de género a nivel mundial extiende su manto de terror no sólo sobre mujeres adultas que pierden la vida, sino que agrede también a niñas y niños que mueren, sufren acoso y son explotados por parte de aquellos que debieran protegerles (padres, familiares próximos, vecinos etc).
Una medida legislativa importante que vio la luz en el año 2004 fue la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Para su redacción se tuvieron en cuenta las recomendaciones de organismos internacionales como la ONU, OMS, Parlamento Europeo, Cumbre Internacional de la Mujer de Pekín etc.
El objeto de la ley, pensada para luchar más eficazmente contra las agresiones de género, es prevenir, sancionar, erradicar la violencia y prestar asistencia a sus víctimas.
La ley en sí no presenta resquicios que puedan ser criticados desde una perspectiva de defensa de la integridad y libertad de las mujeres, es más su contenido puede ser compartido por nosotras, sin embargo en estos cuatro años no se ha llevado a cabo de forma integral ni está calando suficientemente en la sociedad.
Si nos fijamos en el aspecto de prevención, la Ley tenía previsto implicar a diversos sectores para una mayor sensibilización social, sin embargo las campañas realizadas hasta el momento en los medios de comunicación no parece que logren imponer una imagen de la mujer no discriminatoria y compatible con su dignidad y libertad, persistiendo mayormente el estereotipo de la mujer fabricado por la ideología patriarcal.
Para desarrollar el contenido en educación al que se refiere la Ley, hoy por hoy no bastan los programas y campañas puntuales que se ponen en marcha habitualmente desde las Consejerías, Ayutamientos, ONGs etc.
Desde nuestro punto de vista, como hemos apuntado antes consideramos ésta Ley como un avance importante, pero queremos ir más al fondo y reflexionar, desde una perspectiva feminista sobre el impacto de la Ley Integral contra la Violencia de Género. Y pensamos que es necesario que el Movimiento Feminista exija la realización de una evaluación de los resultados de la Ley Integral y, en general, de las políticas estatales, comunitarias y locales que se impulsan en relación a esta problemática.
Algunos interrogantes que consideramos básicos desde el Movimiento Feminista:
--La Ley y los mecanismos de atención derivados de ella ¿están contribuyendo a fortalecer la autonomía de las mujeres o están generando nuevas dependencias?
--¿Se está interviniendo desde una perspectiva que prima los aspectos sociales y aplica, en última instancia, las sanciones penales o, por el contrario, se está creando una política principalmente punitiva y restrictiva?
--¿Se le concede realmente un lugar preferente a la prevención e implicación ciudadana en la lucha contra la violencia de género o se les está dejando todo el protagonismo a las Fuerzas de Seguridad y los Juzgados.
Actualmente se está creando una cultura de abordaje de la violencia que establece como única salida la denuncia, sin tomar en cuenta que para muchas mujeres todavía este paso es difícil de dar. Mientras se transforman las subjetividades, se profundiza la comprensión del fenómeno y se consolidan los cambios en las relaciones sociales que, hoy por hoy, presionan todavía más a las mujeres que a los hombres, debieran existir y debiéramos exigir alternativas de apoyo para las mujeres que no están dispuestas a denunciar.
Son muy diversas las percepciones subjetivas del maltrato por parte de las mujeres. Aunque todas seamos susceptibles de vivir episodios de violencia, de distinto tipo, a lo largo de nuestra vida, la manera en que los interpretemos será diferente y dependerá en muchos aspectos de nuestra historia personal, ya que no todas tenemos las mismas herramientas para integrar esa experiencia. Para algunas, ese episodio puede marcar el resto de sus vidas, en tanto que para otras puede ser un mal recuerdo sin un significado trascendental.
Hay muchas mujeres que viven episodios de violencia a los que "normalizan", instalándolos dentro de la dinámica de su relación de pareja o de la expectativa que tienen acerca de las relaciones entre mujeres y hombres, por tanto, aunque la sufran, consideran que la violencia que sufren es “normal”.
Otras, en cambio, son más conscientes de la violencia que viven, la reconocen e incluso la pueden nombrar como tal, pero no pueden pedir ayuda por distintas causas: porque se culpabilizan, tienen demasiado miedo, creen que nadie les puede ayudar, han tenido experiencias decepcionantes, se encuentran muy aisladas, miedo a ser expulsadas del país si son mujeres inmigrantes en situación irregular…etc
Otro sector, quizá más reducido, es el de las mujeres que piden algún tipo de ayuda, aunque no necesariamente en algún servicio público, son aquellas que se acercan a una amiga o familiar en búsqueda de escucha y/u orientación, o recurren a algún tipo de servicio privado, quizá porque siguen asociando los servicios públicos de ayuda a las mujeres maltratadas como adecuados para mujeres con pocos recursos económicos.
Desde nuestro punto de vista, las intervenciones con las mujeres que viven situaciones de maltrato deben estar orientadas a favorecer las capacidades y habilidades que tengan para rehacer su vida, teniendo en cuenta que muchas de estas habilidades y capacidades están mermadas por esas vivencias traumáticas que repercuten en su salud mental y autonomía emocional, así como en su autonomía económica.
Para lograr que las mujeres consigan autonomía, es necesario que ocurran profundas transformaciones en la manera en que las mujeres perciben y analizan su vivencia de maltrato, así como las cualidades y valores tradicionalmente asociados a la feminidad que han interiorizado como propios.
Aceptar la diversidad de las mujeres nos permite entender las diferentes reacciones ante los episodios de violencia.
Y para terminar una ultima pregunta:
En medio de vivencias tan traumáticas, ¿están las mujeres en condiciones de llevar hacia adelante, con la presencia de ánimo necesario, y que se requiere en esos momentos, todo este proceso?
De lo que si estamos convencidas es que con nuestra lucha, y denuncia publica, hemos conseguido que cale en la Política y en una parte de la Sociedad.
ASAMBLEA FEMINISTA DE MONTILLA
Víctimas conocidas de esta violencia de género son las mujeres que han perdido la vida, si bien debemos considerar también como víctimas a las afectadas física y psíquicamente por un maltrato cotidiano no cuantificado en las estadísticas oficiales.
El fenómeno de la violencia de género a nivel mundial extiende su manto de terror no sólo sobre mujeres adultas que pierden la vida, sino que agrede también a niñas y niños que mueren, sufren acoso y son explotados por parte de aquellos que debieran protegerles (padres, familiares próximos, vecinos etc).
Una medida legislativa importante que vio la luz en el año 2004 fue la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Para su redacción se tuvieron en cuenta las recomendaciones de organismos internacionales como la ONU, OMS, Parlamento Europeo, Cumbre Internacional de la Mujer de Pekín etc.
El objeto de la ley, pensada para luchar más eficazmente contra las agresiones de género, es prevenir, sancionar, erradicar la violencia y prestar asistencia a sus víctimas.
La ley en sí no presenta resquicios que puedan ser criticados desde una perspectiva de defensa de la integridad y libertad de las mujeres, es más su contenido puede ser compartido por nosotras, sin embargo en estos cuatro años no se ha llevado a cabo de forma integral ni está calando suficientemente en la sociedad.
Si nos fijamos en el aspecto de prevención, la Ley tenía previsto implicar a diversos sectores para una mayor sensibilización social, sin embargo las campañas realizadas hasta el momento en los medios de comunicación no parece que logren imponer una imagen de la mujer no discriminatoria y compatible con su dignidad y libertad, persistiendo mayormente el estereotipo de la mujer fabricado por la ideología patriarcal.
Para desarrollar el contenido en educación al que se refiere la Ley, hoy por hoy no bastan los programas y campañas puntuales que se ponen en marcha habitualmente desde las Consejerías, Ayutamientos, ONGs etc.
Desde nuestro punto de vista, como hemos apuntado antes consideramos ésta Ley como un avance importante, pero queremos ir más al fondo y reflexionar, desde una perspectiva feminista sobre el impacto de la Ley Integral contra la Violencia de Género. Y pensamos que es necesario que el Movimiento Feminista exija la realización de una evaluación de los resultados de la Ley Integral y, en general, de las políticas estatales, comunitarias y locales que se impulsan en relación a esta problemática.
Algunos interrogantes que consideramos básicos desde el Movimiento Feminista:
--La Ley y los mecanismos de atención derivados de ella ¿están contribuyendo a fortalecer la autonomía de las mujeres o están generando nuevas dependencias?
--¿Se está interviniendo desde una perspectiva que prima los aspectos sociales y aplica, en última instancia, las sanciones penales o, por el contrario, se está creando una política principalmente punitiva y restrictiva?
--¿Se le concede realmente un lugar preferente a la prevención e implicación ciudadana en la lucha contra la violencia de género o se les está dejando todo el protagonismo a las Fuerzas de Seguridad y los Juzgados.
Actualmente se está creando una cultura de abordaje de la violencia que establece como única salida la denuncia, sin tomar en cuenta que para muchas mujeres todavía este paso es difícil de dar. Mientras se transforman las subjetividades, se profundiza la comprensión del fenómeno y se consolidan los cambios en las relaciones sociales que, hoy por hoy, presionan todavía más a las mujeres que a los hombres, debieran existir y debiéramos exigir alternativas de apoyo para las mujeres que no están dispuestas a denunciar.
Son muy diversas las percepciones subjetivas del maltrato por parte de las mujeres. Aunque todas seamos susceptibles de vivir episodios de violencia, de distinto tipo, a lo largo de nuestra vida, la manera en que los interpretemos será diferente y dependerá en muchos aspectos de nuestra historia personal, ya que no todas tenemos las mismas herramientas para integrar esa experiencia. Para algunas, ese episodio puede marcar el resto de sus vidas, en tanto que para otras puede ser un mal recuerdo sin un significado trascendental.
Hay muchas mujeres que viven episodios de violencia a los que "normalizan", instalándolos dentro de la dinámica de su relación de pareja o de la expectativa que tienen acerca de las relaciones entre mujeres y hombres, por tanto, aunque la sufran, consideran que la violencia que sufren es “normal”.
Otras, en cambio, son más conscientes de la violencia que viven, la reconocen e incluso la pueden nombrar como tal, pero no pueden pedir ayuda por distintas causas: porque se culpabilizan, tienen demasiado miedo, creen que nadie les puede ayudar, han tenido experiencias decepcionantes, se encuentran muy aisladas, miedo a ser expulsadas del país si son mujeres inmigrantes en situación irregular…etc
Otro sector, quizá más reducido, es el de las mujeres que piden algún tipo de ayuda, aunque no necesariamente en algún servicio público, son aquellas que se acercan a una amiga o familiar en búsqueda de escucha y/u orientación, o recurren a algún tipo de servicio privado, quizá porque siguen asociando los servicios públicos de ayuda a las mujeres maltratadas como adecuados para mujeres con pocos recursos económicos.
Desde nuestro punto de vista, las intervenciones con las mujeres que viven situaciones de maltrato deben estar orientadas a favorecer las capacidades y habilidades que tengan para rehacer su vida, teniendo en cuenta que muchas de estas habilidades y capacidades están mermadas por esas vivencias traumáticas que repercuten en su salud mental y autonomía emocional, así como en su autonomía económica.
Para lograr que las mujeres consigan autonomía, es necesario que ocurran profundas transformaciones en la manera en que las mujeres perciben y analizan su vivencia de maltrato, así como las cualidades y valores tradicionalmente asociados a la feminidad que han interiorizado como propios.
Aceptar la diversidad de las mujeres nos permite entender las diferentes reacciones ante los episodios de violencia.
Y para terminar una ultima pregunta:
En medio de vivencias tan traumáticas, ¿están las mujeres en condiciones de llevar hacia adelante, con la presencia de ánimo necesario, y que se requiere en esos momentos, todo este proceso?
De lo que si estamos convencidas es que con nuestra lucha, y denuncia publica, hemos conseguido que cale en la Política y en una parte de la Sociedad.
ASAMBLEA FEMINISTA DE MONTILLA
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